En
cada uno de nosotros habita el niño, niña que fuimos. Nos acompaña
toda la vida.
Lo
que vivió, tanto los momentos de felicidad y plenitud como aquellos
tristes y oscuros, habrán de marcar profundamente por dónde y cómo
seguirá su vida.
¿Fue
abandonado, o lo sintió? ¿No fue amado? ¿No fue deseado? ¿Se lo
quiso abortar? ¿Fue abusado? ¿Golpeado? ¿Desvalorizado? En cada
caso, su vida tomará un rumbo diferente. Su cuerpo, su psiquismo
-juntos- buscarán la forma de sobrevivir y esa matriz se repetirá a
lo largo de toda su vida como adulto. ¿Por qué? Porque una vez le
dio resultado.
Veamos
un ejemplo: para una cría de cualquier especie, el abandono es
peligro de muerte. Cuando la supervivencia está en peligro, toda
especie tiene codificado que lo primero que no debe faltarle es agua.
Aparece entonces un reflejo muy arcaico de retener el agua. Aquí
tenemos una matriz, un molde.
Retuviste
líquidos alguna vez? Te propongo que pienses en qué momento de tu
vida ocurrió. Cuál fue tu miedo en ese momento. ¿Te sentiste en
peligro de muerte? Para algunas personas, las pérdidas económicas
provocan conflictos de supervivencia. Para otras, perder a su pareja
es vivido como una sensación de morir. Y cuando aparece este miedo a
morir, se bloquea el paso del agua para retenerla. Por ejemplo, a
través de un espasmo en los canales colectores, o con un cólico
nefrítico...
Menciono
estos ejemplos para remarcar cómo las situaciones vividas cuando
niños establecen nuestro modo de resolver los conflictos cuando
somos adultos. Hay una regla básica que no debemos olvidar nunca:
todo aquello que nos permitió vivir va a repetirse
independientemente de nuestra voluntad, porque se encuentra instalado
en nuestro inconsciente.
Por
fortuna, podemos encontrar la solución a muchas de las situaciones
que nos aquejan -ya sean físicas o conductuales- yendo al encuentro
de este niño que quedó herido, allá lejos, en nuestra infancia,
para sanarlo. Ese niño está vivo dentro de nosotros, pidiendo amor,
alimento, contacto, reconocimiento, protección... o lo que sea que
le haya faltado.
¿Cuál
es tu síntoma hoy? ¿Cuál es tu malestar? ¿Qué deseo no lográs
alcanzar?
Viajá
hacia tu infancia y recordate... Observá cada detalle de ese niño,
niña; emociones, pensamientos, sentimientos. Lo que ocurre a su
alrededor. El lugar en el que se encuentra y lo que está haciendo.
Establecé un diálogo con él o ella. ¿Qué te dice? ¿Qué
querrías decirle? Tal vez redescubras aspectos de tu pasado que te
resuenan hoy como portadores de un mensaje. No dejes ir esta
oportunidad. Estoy segura de que vas a sorprenderte.
Te
acompaño.
Espero
que me cuentes.
https://www.facebook.com/monicaoteroconsultorapsiMónica Otero Consultora Psicológica
Decodificación Bioemocional
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