Nuestro país se ubica en el puesto 14 del coeficiente de inventiva. El año pasado se registraron 7 mil patentes y hay unos 3 mil inventores. Historias y claves para lograr un caso exitoso.
Por Daniela Rossi
Por Daniela Rossi
La birome, el colectivo, el dulce de leche, el sifón de soda, el bypass cardíaco, el magiclick, el alambre de púas. Los inventos argentinos que están incorporados naturalmente a la vida cotidiana de cualquier familia fueron muchos a lo largo de la historia. Pero las ideas no se agotan y todavía hay quienes deciden llevarlas a la práctica.
A nivel mundial, la Argentina se ubica en el puesto 14 del Coeficiente de Inventiva, tomado según la cantidad de patentes que se registran por año cada 10 mil personas: en 2010 fueron cerca de 7 mil. Los países que más inventos inscriben son Estados Unidos, Alemania y Japón, lejos de la cifra de nuestro país, pero que, sin embargo, está al frente de las marcas de América latina.
Agroindustria, alimentación y energía –correspondientes a baja y media tecnología- encabezan los rubros a los que los inventores enfocaron su creatividad en los últimos meses, con inversiones que van de 300 a 100 mil dólares, mientras que la alta tecnología es algo excepcional y queda circunscripto a organismos oficiales como la CNEA y el INVAP.
"La gente cree que la invención está asociada con la genialidad, el conocimiento extremo, pero no: se trata de detectar oportunidades y de tener una visión práctica", asegura Eduardo Fernández, director del Foro Argentino de Inventores (FAI). "La clave es encontrar qué inventar y cómo se va a vender eso", agrega sobre el mecanismo de inserción en el mercado. Es que si se habla de casos que llegan y se sostienen en el mercado, nuestro país desciende al puerto 63: "Existe una gran capacidad para arrancar, pero el contexto después no ayuda para que se implemente".
Sobre el paso de un invento a un plan de negocios que pueda ser rentable, Marcos Shayo, miembro de la Asociación Argentina de Inventores (AAI), presenta idea.me, un sitio Web que permite que el visitante vote y aporte dinero al proyecto que le interese para que pueda ser llevado a la realidad. "Un invento es la materialización de un concepto, y esta herramienta de marketing directo permite que el mismo usuario tenga el poder de decisión por sobre la industria", cuenta.
En el país existen alrededor de 3 mil inventores, pero los que llegan al mercado no son más de 50 (el 1,5% del total del país), según Fernández, y son quienes lo toman como una profesión: viven de, por y para la invención. Para otros (cerca del 98%), sólo se trata de un entretenimiento o de una ocupación pasajera, más amateur. Quienes logran insertarse en el mercado también patentan sus creaciones en el exterior, exportan, tienen una visión de negocios. Curiosidad, persistencia, observación, deseo de superación son las características que los inventores encuentran para autodefinir su actividad, que con el tiempo se transformó en su principal fuente de sustento económico.
"Sentido común creativo". Eso es lo que Nicolás Di Prinzio asegura que tuvo al momento de crear los Flaps, señaladores magnéticos para libros que inventó en 1995: una noche agarró un libro, la marca se cayó y perdió la página de su lectura. "Pensé una solución a un viejo problema", cuenta, y confiesa que estos objetos –al convertirse en un negocio rentable- lo ayudaron a superar una difícil situación económica. Algo similar ocurrió cuando Fernández inventó la jabonera Baunus, un sostén para el jabón que está dentro del lavabo y evita las gotas que caen hasta que las manos llegan a la toalla para secarse. Shayo relata un recorrido similar para explicar la invención del mosquitero magnético: "Los cerramientos modernos no los tienen en cuenta en su diseño y cuando se los quiere incorporar, no se puede".
Cercano a su vida cotidiana llegó la solución que encontró Oscar Belardinelli. Apicultor de oficio, creo una careta que aporta confort y seguridad: protege contra picaduras, otorga una mejor visión y ventilación, pero también pemite tomar agua, comer y acomodarse el cabello, y regresar rápidamente a la actividad.
"Sentido común creativo". Eso es lo que Nicolás Di Prinzio asegura que tuvo al momento de crear los Flaps, señaladores magnéticos para libros que inventó en 1995: una noche agarró un libro, la marca se cayó y perdió la página de su lectura. "Pensé una solución a un viejo problema", cuenta, y confiesa que estos objetos –al convertirse en un negocio rentable- lo ayudaron a superar una difícil situación económica. Algo similar ocurrió cuando Fernández inventó la jabonera Baunus, un sostén para el jabón que está dentro del lavabo y evita las gotas que caen hasta que las manos llegan a la toalla para secarse. Shayo relata un recorrido similar para explicar la invención del mosquitero magnético: "Los cerramientos modernos no los tienen en cuenta en su diseño y cuando se los quiere incorporar, no se puede".
Cercano a su vida cotidiana llegó la solución que encontró Oscar Belardinelli. Apicultor de oficio, creo una careta que aporta confort y seguridad: protege contra picaduras, otorga una mejor visión y ventilación, pero también pemite tomar agua, comer y acomodarse el cabello, y regresar rápidamente a la actividad.
"Sólo pretendo generar proyectos que sirvan para mejorar el confort y el bienestar de las personas; no me atrevo a decir que mi proyecto genere un cambio visible en la sociedad pero me conformo con saber que sirve para desalentar a los que prefieren la vereda de lo ilegal", explica José Hasenay, creador de un sistema para evitar el robo de combustible, que ganó la Medalla de Oro en la Exposición Internacional de Inventos de Ginebra 2011.
"¿Nadie lo patentó antes que vos?". Esa pregunta sobrevuela a quienes anuncian con bombos y platillos que tuvieron una idea nunca antes vista. Las tres condiciones para patentar –en Argentina la entidad que las agrupa es el INPI- son: novedad (que sea nuevo a nivel mundial), altura inventiva (o no obviedad, que lo presentado tiene un cierto grado de elaboración y creatividad) y aplicación industrial (que puede ser fabricado y comercializado).
Aunque la mayoría de los inventos son patentados por hombres de entre 40 y 60 años, sin formación académica y autodidactas, que implementa su invento en una PyME, existe una nueva generación de pensadores, que asisten a la Escuela Argentina de Inventores o a la Escuela del Sol. Fernández, como conclusión, no duda en arrojar la clave del fenómeno: "Lo importante es cosechar la capacidad inventiva y, sobre todo, entender que es una vocación".
(Url: http://www.elargentino.com/Content.aspx?Id=168269)
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