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7 de julio de 2008

HABLEMOS DE LA SOJA. La Soja Transgénica I

Fundamentos Científicos





En el contexto de una controversia internacional sobre los riesgos sanitarios del consumo humano de alimentos transgénicos agudizada al máximo por la confirmación y, en muchos aspectos, la multiplicación de preocupaciones científicas al respecto, que en Argentina -segundo productor mundial de cultivos genéticamente modificados- la mayoría de alimentos procesados disponible en supermercados contenga ingredientes derivados de soja tolerante al glifosato y que los excedentes de la actual cosecha récord de esta leguminosa transgénica se repartan caritativamente a millones de habitantes empobrecidos y hambrientos, constituyen hechos sumamente cuestionables desde los puntos de vista nutricional, toxicológico, epidemiológico, ecológico, político y moral, ya que sus consecuencias podrían comprometer la salud de las actuales y futuras generaciones de argentinos.
Pese al cúmulo de anuncios en los medios masivos y las revistas científicas que garantizan que “todo está bien” con la revolución biotecnológica, creemos que este caso ilustra perfectamente la forma en que las empresas promueven el uso de tecnologías pobremente experimentadas e inadecuadamente investigadas, insistiendo en que nos corresponde al resto probar que son peligrosas antes de poder frenarlas. Simultáneamente, estas corporaciones también rehusan asumir responsabilidades, de modo que si terminan resultando ser peligrosas, será otro el que tenga que pagar los costos de reparación. Pero así como la sociedad no requiere un defensor para probar su inocencia, tampoco debe exigir que sean los detractores de una tecnología quienes tengan que probar que es nociva. Es a los que quieren introducir algo nuevo a quienes corresponde probar que es seguro, y no con certeza sino por sobre toda duda razonable. Las empresas aseveran haber comprobado que el consumo humano de alimentos derivados de cultivos modificados mediante ingeniería genética es seguro cuando, en realidad, lo que hicieron es fracasar en probar que es inseguro. Diversas referencias que sustentan esta proposición pueden hallarse en el libro que se adjunta a los fundamentos científicos de este proyecto de ley, “Riesgos Transgénicos para la Salud Humana” (Dr. Jorge Kaczewer, UBA, 2001).

I) Riesgos para la Salud Humana del Consumo de Soja Convencional (No Modificada Mediante Ingeniería Genética)

Antes de que la soja transgénica ingresara a la cadena alimenticia humana, ya existía en Occidente una creciente controversia sobre las consecuencias sanitarias del consumo masivo de soja convencional y sus derivados (ver recuadro I). La soja contiene varias sustancias que son tóxicas para humanos y animales. Estas toxinas son comúnmente denominadas “antinutrientes”, o sea, sustancias cuyo efecto impide que el cuerpo obtenga de un alimento los nutrientes necesarios. Algunas toxinas de la soja (fitatos, inhibidor de tripsina) actúan de esta manera, aunque también pueden ejercer un efecto directo devastador sobre órganos, células y enzimas específicos, como el de las demás sustancias peligrosas presentes en esta leguminosa (hemaglutinina, isoflavonas, manganeso, aluminio, nitrosaminas, etc.).
La enorme confusión pública respecto de ventajas y desventajas del consumo de soja convencional no parece ser promovida por hechos científicos sino por múltiples intereses competitivos de industrias alimenticias y sus lobbys formadores de opinión. Pero al buscar pruebas directas o inferibles de efectos positivos y negativos en la literatura científica sobre la relación soja/salud y constatar la magnitud de hechos e interpretaciones contradictorios presente, lo único que queda claro es el grado en el que la Ciencia pierde su objetividad cuando los subsidios corporativos se adueñan de la investigación. La disparidad en los resultados de las investigaciones disponibles responde claramente a la pugna entre cuatro diferentes influencias: el lobby agropecuario sojero, el lobby de las industrias lácteas y de la carne, el lobby de las compañías farmacológicas y el lobby de la industria montada en derredor del fenómeno de la “alimentación saludable” (dietéticas, naturismo, vegetarianismo, etc.).
Pero más allá de toda controversia, creemos que la utilización de la soja como alimento básico en el escenario de la emergencia alimentaria nacional constituye un absurdo. A pesar de su alta concentración proteica, ésta no contiene todos los aminoácidos esenciales para el ser humano (limitantes: metionina y cistina) y en cambio la lisina se halla en concentraciones muy elevadas. Su aprovechamiento en el organismo es por lo tanto inferior al de las proteínas de origen animal, especialmente en las etapas de crecimiento. En el recuadro se enumeran los factores antinutricionales que limitan la absorción digestiva y la asimilación de una serie de nutrientes esenciales. Estos “antinutrientes” persisten en la harina y la “leche” aún luego del tratamiento térmico. Por otro lado, su patrón de composición mineral presenta una relación calcio:fósforo inadecuada que puede ocasionar problemas en niños pequeños. La cantidad de otros minerales esenciales (hierro y zinc), si bien es alta, resulta de muy pobre utilización biológica debido a la presencia de fitatos y oligosacáridos que dificultan la absorción a nivel intestinal, situación que también afecta al calcio.
Las conclusiones del Foro para un Plan Nacional de Alimentación y Nutrición, organizado por el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales y auspiciado por UNICEF, emitidas en agosto del corriente año, condenaron asimismo la forma en que hoy en día la soja es utilizada en la República Argentina:
“Dado el auge que ha tomado el consumo de la soja, el Foro para un Plan Nacional de Alimentación y Nutrición trató este tema:
· Es habitual que la desnutrición se asocie con deficiencias de proteínas y que la solución del problema alimentario pueda provenir del empleo de la soja, que existe aparentemente buena disponibilidad a través de donaciones de los productores. La soja es una excelente proteína y tiene un elevado valor energético (el mayor de todas las leguminosas) en razón de su alto contenido de aceite, que es de muy buena calidad. Pero es deficitaria en muchos nutrientes, y por su alto contenido de fitatos interfiere en la absorción del hierro y del zinc; tampoco es una buena fuente de calcio. La soja no es una panacea nutricional y sólo debe considerarse como parte de la alimentación de la población, incluyéndola como el resto de las legumbres.
· Tal como se presenta, la inclusión de la soja se presta a controversias; se debería considerar a la soja como un complemento en una dieta diversificada.
· Fomentar, también las donaciones de otros alimentos, pero es importante que se garantice la calidad e inocuidad de los mismos.
· En cuanto al uso de la Soja, se recomienda puntualizar cuál es su real valor nutricional, su uso adecuado como complementación en el marco de una alimentación variada y completa, y la recomendación de no denominar a la bebida obtenida de la soja (jugo) como “leche”, pues no la sustituye de ninguna manera.
· La utilización de soja debe contemplar el impacto ambiental y social, los requerimientos de capacitación para su adecuada utilización, la dificultad de su incorpordación en el contexto de la cultura alimentaria y las consideraciones nutricionales que desaconsejan el uso en niños menores de 5 años y especialmente en menores de 2 años. En este grupo etáreo, el único alimento a base de soja que puede utilizarse son “las fórmulas a base de aislado proteico de soja debidamente suplementadas con los aminoácidos limitantes, vitaminas y minerales adecuados a sus requerimientos, por indicación profesional en casos particulares”




Cuadro I. Componentes Tóxicos de la Soja

JUANA LARRANA EN EL DIVÁN

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