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18 de mayo de 2012

NOTA IMPERDIBLE SOBRE SAN MARTIN.

 Suelo visitar gustosa la página de la Honorable Sociedad de Enófilos. Encuentro artículos interesantísimos.



Hace algunos años probé un excelente champagne que llevaba su nombre en la etiqueta y los busqué hasta dar con ellos en el mar de internet. Página recomendable por cierto. 
Por otro lado, como comenté en alguna ocasión, admiro profundamente al General José de San Martín; su gesta, su personalidad, su ideal, su cotidianeidad.
Oh! Maravilla tecnológica del hipertexto; encuentro esta nota que combina estos dos gustos míos y decido compartirla con mi tercera debilidad: mis lecbloguers (mucho posesivo hoy, espero que se me perdone).
Que disfruten la crónica!
 
"La mesa del General
En esta recopilación de grandes autores encontrarán algunas anécdotas relacionadas con el comer y beber del General José de San Martín quien, entre muchos quehaceres, se dedicó a fomentar la industria vitivinícola.
Manuel Alejandro Pueyrredón joven oficial que estuvo con San Martín, recuerda que el general comía solo en su cuarto, a las doce del día, un puchero sencillo, un asado, con vino de Burdeos y un poco de dulce. Lo hacía en una pequeña mesa, sentado en una silla baja y “no usaba sino un solo cubierto”. Después del frugal almuerzo dormía unas dos horas de siesta. A las tres de la tarde asistía a la mesa de los oficiales, que presidía, pero solo a conversar. Según Tomás Guido muchas veces el general entraba a la cocina y le pedía al cocinero lo que le parecía más apetitoso. A pesar de su sencillez en la comida, la mesa de sus oficiales era preparada “por reposteros de primera clase, dirigidos por el famoso Truche de gastronómica memoria”. Todos los contemporáneos opinan que el Libertador era en extremo frugal a causa de sus problemas digestivos.
Momentos antes de la batalla de Maipú, el Libertador recibió en su tienda de campaña a un agente del gobierno norteamericano Mr. Worthington, quien remitió a su ministro un detallado informe sobre la personalidad de San Martín: “sobrio en el comer y beber; quizás esto último lo considere necesario para conservar su salud, especialmente la sobriedad en el beber”. Días después, el diplomático asistió a la colocación de la piedra fundamental de la iglesia que se iba a levantar en los llanos de Maipú, y compartió un almuerzo campestre con San Martín, O’Higgins u otros oficiales: “Los encontré comiendo sin platos, y casi todos con una pierna de pavo en una mano y con un trozo de pan en la otra. Enseguida me invitaron a participar de la comida. San Martín, levantándose me ofreció un trozo de pan y otro de pavo, que tenía ante él. Brindé con el Director, bebiendo hasta la última gota de un vaso de vino carlón, a la usanza soldadesca”.
La comida fue uno de los principales problemas en el cruce de los Andes y San Martín encontró la solución en una comida popular típica de Cuyo: el "charquicán". Se trataba de un alimento basado en carne secada al sol, tostada y molida, condimentada con grasa y ají picante. Prensado era fácil de transportar y se preparaba agregándole agua caliente y harina de maíz.

Conocimiento enófilo
Según testimonios de sus contemporáneos, el general era un gran conocedor de vinos y se complacía en hacer comparaciones entre los diferentes vinos de Europa, pero particularmente de los de España, que nombraba uno por uno, describiendo sus diferencias, los lugares en que se producían y la calidad de terrenos en que se cultivaban las viñas. Estas conversaciones, las promovía especialmente cuando había algún vecino de Mendoza o San Juan.
Cuando San Martín pasó a Chile dejó en su chacra cincuenta botellas de vino moscatel que le había regalado el vecino don José Godoy. Corría el año 1823 y en su última visita a Mendoza, ya había olvidado aquella reserva, pero su administrador Pedro Advíncula Moyano le trajo unas cuantas botellas. Inmediatamente le dijo que esa noche iba a recibir a unos amigos y le aclaró: “Usted verá lo que somos los americanos, que en todo damos preferencia al extranjero”. Para demostrar que estaba en lo cierto, tomó las etiquetas del moscatel y se las puso a un vino de Málaga. Asimismo, etiquetó el vino de cuyo como si fuese español.
Primero sirvió el Málaga con el rótulo de Mendoza. Los convidados dijeron que era un rico vino pero que le faltaba fragancia. Enseguida se llenaron nuevas copas con el falso Málaga, al momento los invitados prorrumpieron en exclamaciones. “Hay una inmensa diferencia, esto es exquisito, no hay punto de comparación”. San Martín con una gran risa, les dijo “Uds. Son unos pillos que se alucinan con el timbre”.
Una anécdota más que pinta su ingenio. Después de la conferencia de Guayaquil se preparó una mesa con gran suntuosidad. Los brindis los inició Bolívar quien parándose con la copa en la mano e invitando a que lo acompañaran los concurrentes dijo: “Brindo por los dos hombres más grandes de la América del Sur, San Martín y Yo”. A continuación el Libertador contestó con su proverbial modestia. “Por la pronta terminación de la guerra, por la organización de las nuevas repúblicas del continente americano y por la salud del Libertador”. (Fuente: www.enófilos.com.ar)
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