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(2) Con autorización de la Lic. Elena Díaz Pais
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Contacto: carne_dedivan@yahoo.com.ar
Creo que sorprenderse sería mucho más y diferente que un acto de ingenuidad. Yo diría que sorprenderse de estos hechos es un acto de pelotudez. No pido disculpas por mi vocabulario, ya que no hay nada tan insultante como lo que el video muestra.
Lo objetivo y concreto de la imagen dice que una diputada de la legislatura porteña, emitió su voto y también el de otro diputado que no estaba en su banca. Punto. Y también ocurrió con dos diputados más en el mismo momento. Otro punto (pero no final porque punto final suena históricamente feo).
Las excusas de estos "representantes del pueblo de la Ciudad de Buenos Aires" son tan absurdas, tan descaradas, que me da vergüenza reproducirlas. En todo caso, lectores, búsquenlas en las noticias publicadas en los periódicos. Lo importante de esto no es -como se pretende- abrir un debate sobre la reglamentación que regula el funcionamiento de la legislatura (por segunda vez con minúscula porque pongo con letra chica lo que así lo merece...), para determinar la gravedad de los acontecimientos. Lo verdaderamente importante es que la gente común, los votantes, que no conocen -ni están obligados- la normativa de las sesiones; toda esa gente advirtió con molestia en algunos casos y decepción en otros, que eso que hicieron los diputados del PRO Silvia Majdalani, Oscar Moscariello, Cristian Ritondo y Daniel Amoroso está mal, es un engaño, un fraude, nada tiene de "error ingenuo" ni de "desprolijidad sin connotación delictiva" y otros argumentos de los protagonistas. En esta ocasión, aparentemente se encontraban presentes. Pero ¿quién nos garantiza que en sesiones anteriores -o las que vendrán- esto sea posible estando ausente los legisladores, como maniobra para modificar un resultado?
Señores, no siempre la duda es un beneficio. En este caso viene a confirmar la deficiente gestión del aparato de Macri (cuando digo aparato los dejo con la posibilidad de la libre asociación).
Desde luego, deficiente para los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires, pero más que efectiva para construir una vida arreglada por varias generaciones para los empleados de esta empresa que es el pro.
Contra cualquier argumento que mencione valijas y narcocampañas para tapar esta mugre, me anticipo a decir que ningún argumento puede contra la delación de la imagen. Y que -en última instancia- no es posible ni inteligente tapar mierda con más mierda...
Esta gente, ¿estará en las boletas para las próximas elecciones presidenciales?
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Las Palabras
"Nombrar es una pena.
Hablar es una trampa.
Nombramos en un mundo.
Sentimos en otro.”
Proust
Las palabras sugieren, evocan, connotan, explican, anticipan, expresan…Hay palabras suaves, ásperas, dulces, fuertes, y las hay demoledoras.
Hay palabras que se han usado tan indiscriminadamente, que han perdido su estatuto, se han deteriorado y, como dice A. Pizarnik: “…las palabras deterioradas deshabitan el palacio del lenguaje…”
Estamos atravesados por el lenguaje y, en nuestro hacer pensamos en
Proponemos ubicarnos en el campo de las posibilidades del “mejor hacer” desde una ética profesional, transitando como educadores esta época compleja, en escuelas donde las situaciones que se suscitan sacuden el ámbito donde se debe enseñar y donde se debe aprender.
Trabajamos con palabras, ellas son el medio de nuestras intervenciones, pero no el único.
Dice Pablo Neruda: “He aquí que el silencio fue integrado por el total de la palabra humana y no hablar es morir entre los seres: se hace lenguaje hasta la cabellera, habla la boca sin mover los labios: los ojos, de repente, son palabras…”
Porque algunas veces, no aparece la palabra. No aparece el sentido que la expresa. Por lo tanto, cuando la palabra es insuficiente, allí irrumpe el sentido de los silencios y el significado de los gestos. Hoy el silencio ha perdido valor. Las palabras son usadas muchas veces para llenar vacíos, son dichas con liviandad; se dice cualquier término, desconociendo su significado y así, escuchamos como “se marca” al niño con rótulos: “es un ADHD”, “es un psicótico”, “se broto”, “es violento”, etc., etc.
Por eso, apelamos a
Por contestar la pregunta acerca de qué le pasa a este niño, aparecen esas palabras que obturan toda posibilidad de salida (“es un…”), invalidando lo que hay de singular y único en cada uno, y anulando todos los aspectos sobre los que sí podemos trabajar.
Cuando hablamos de PALABRA RESPONSABLE, nos remitimos a un punto de detención: pararnos a reflexionar qué decimos, cómo lo decimos y, por otro lado, qué escuchamos.
Tomaremos una cita de Juan Vasen (en “Fantasmas y pastillas”), referido a un fragmento de Elena Santiago:
“Madre, yo quiero ser ángel o pájaro, cuando sea mayor, dice la niña.
Madre, yo quiero ser ángel o pájaro, ¿oyes?, cuando sea mayor.
La madre, sobre el agujero de un calcetín fijo en el huevo de madera que usaba para zurcir, repetía las palabras: absurda criatura, hilvanando hilo y pensamiento, aburrimiento, aletargado…
La niña, menuda y delgada, absurda criatura, ni ángel ni pájaro, miraba obsesivamente aquel agujero del calcetín por donde la madre, tan adormecida, se iba a caer cualquier tarde.
Si soy ángel o pájaro, ¿oyes madre? no haré agujeros en los calcetines”
Dice Vasen: ”La niña del cuento, impactada por la melancolía de su madre tiene un mandato, no dejarla caer en ese agujero. Pero si es ángel o pájaro, si ya no tiene cuerpo de niña que rompa calcetines, ella no tendrá infancia”.
Los niños que atendemos también dicen, como la niña del cuento, además de actuar escenas.
Nuestros niños, algunas veces, también quieren “volar”, como modo de expresar que ese lugar llamado escuela, les es incomodo e insignificante, porque su demanda va mas allá de reclamar un lugar real, sino que se relaciona con marcas infantiles, en su desarrollo como sujetos inscriptos o no, alojados o no, en una familia determinada, en un medio determinado, en un ámbito escolar determinado.
Nuestros niños también, como este personaje, ven comprometida su infancia por ser portadores (a veces) de mandatos dramáticos.
Como miembros del MAP, trabajamos en este intento de producir nuevas significaciones y de romper el modo cristalizado como se mira y se escucha al niño, a través de observaciones e intervenciones especificas.
En el arte, en general, y en la literatura en particular, se intenta no caer en la repetición (cliché).
Intentemos en nuestro trabajo, no sucumbir a ello. Inventemos si es necesario, nuestras palabras.
Procuremos crear, seamos originales, para seguir adelante, porque es un modo de ser responsables en nuestro quehacer y una manera de defender la vida.
Dijo Gandhi:
“Cuida tus pensamientos, porque se volverán palabras.
Cuida tus palabras, porque se volverán actos.
Cuida tus actos porque se volverán costumbres.
Cuida tus costumbres, porque forjaran tu carácter.
Cuida tu carácter porque es responsable de tu destino, y tu destino será tu vida.”
Lic. Silvia C. Pensi*
www.carnededivan.blogspot.comAnte la ley hay un guardián. Un campesino se presenta al guardián y le pide que le deje entrar. Pero el guardián contesta que de momento no puede dejarlo pasar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde se lo permitirá.
- Es posible - contesta el guardián -, pero ahora no.
La puerta de la ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el campesino se inclina para atisbar el interior. El guardián lo ve, se ríe y le dice:
- Si tantas ganas tienes - intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón hay otros tantos guardianes, cada uno más poderoso que el anterior. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo soportar su vista.
El campesino no había imaginado tales dificultades; pero el imponente aspecto del guardián, con su pelliza, su nariz grande y aguileña, su larga bárba de tártaro, rala y negra, le convencen de que es mejor que espere. El guardián le da un banquito y le permite sentarse a un lado de la puerta. Allí espera días y años. Intenta entrar un sinfín de veces y suplica sin cesar al guardián. Con frecuencia, el guardián mantiene con él breves conversaciones, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y al final siempre le dice que no todavía no puede dejarlo entrar. El campesino, que ha llevado consigo muchas cosas para el viaje, lo ofrece todo, aun lo más valioso, para sobornar al guardián. Éste acepta los obsequios, pero le dice:
- Lo acepto para que no pienses que has omitido algún esfuerzo.
Durante largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años abiertamente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo entre murmullos. Se vuelve como un niño, y como en su larga contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, ruega a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz o si sólo le engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que brota inextinguible de la puerta de la ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte endurece su cuerpo. El guardián tiene que agacharse mucho para hablar con él, porque la diferencia de estatura entre ambos ha aumentado con el tiempo.
- ¿Qué quieres ahora - pregunta el guardián -. Eres insaciable.
- Todos se esfuerzan por llegar a la ley - dice el hombre -; ¿cómo se explica, pues, que durante tantos años sólo yo intentara entrar?
El guardián comprende que el hombre va a morir y, para asegurarse de que oye sus palabras, le dice al oído con voz atronadora:
- Nadie podía intentarlo, porque esta puerta estaba reservada solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.
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